domingo, 20 de marzo de 2011

3.500.000.000 (8/3/2011)

Siguiendo la tradición de descubrimientos del blog, os anuncio que es en Mali donde he entendido qué significa bollera y tortillera. El significado peyorativo ya lo tenía claro, como todo el mundo por desgracia, pero nunca llegaba a una buena teoría que me explicara qué tiene que ver un bollo o una tortilla con una lesbiana. Quien ya lo sepa, que me disculpe la ignorancia.
Hoy es el día de la mujer, y en Barcelona se vive como un día reivindicativo, una excusa para poner sobre la mesa los problemas, conflictos y dificultades que ha tenido y sigue teniendo la mitad de la población de cada ciudad, de cada país. No he mirado la programación de TV3, pero imagino que la pregunta del Cuní será algo así como "¿Creéis que la crisis ha favorecido la situación de la mujer en el mundo laboral?". Y venga debates donde todos podríamos prever qué dirán cada uno de los tertulianos, ¿verdad?
En Malí el día de la mujer también se celebra. El domingo mi jefe me invitó a su casa a comer con su mujer, Sati, que también es investigadora y está organizando una asociación de mujeres para favorecer el acceso de las chicas en las carreras científicas. Puso la "mesa" en el suelo y al ver que yo llevaba vestido, fue a buscar un "pain", una falda pareo, para que me pudiera sentar tranquilamente y no enseñara las piernas. La comida estaba buenísimo, "Tiep rouge", una especie de paella de verduras con pescado.
Fue una comida muy agradable, donde nos explicaron las costumbres de protocolo, saludo, el respeto a las jerarquías y algunos de los rituales de boda del país. Como en todas partes donde la familia todavía tiene fuerza, los que se "casan" son los cabezas de familia, y el matrimonio es más bien una representación personificada de esta unión. El proceso de noviazgo es largo y complejo en el que intervienen los griots de cada familia (trovadores con memoria histórica que recuerdan a quien los quiera escuchar las excelencias de la familia y qué uniones los preceden, un personaje que hubiera sido el juguete perfecto de Shakespeare) , los parientes cercanos, luego los parientes lejanos, etc, etc. Las mujeres deben pasar algunas pruebas, como por ejemplo desfilar delante de los hombres sabios de la familia, que mirarán cómo anda y determinarán, por la posición de los pies y el movimiento de los brazos, si es adecuada para casarse con su candidato. Cabe decir que si no pasa la prueba, puede intentar corregir las maneras, pero si aún así no consigue el paso adecuado, no hay boda. Felicité a Sati por haber pasado a la primera y pregunté qué pruebas había para los hombres, pero se ve que no hay ... Les expliqué que en Egipto la familia de la chica invita al chico a merendar y preparan un pastel muy frágil, una especie de crepe / empanadilla con una única capa de pasta brick que la envuelve, para que se le coma ante todo el mundo. La delicadeza y gracia con la que coma y evite que se rompa el dulce será un indicador de su habilidad en cuidar de su mujer. A Sati le gustó mucho esta prueba, ¡veremos si la incluye en el momento que llegue un griot anunciando el interés por su hija! Mi jefe entonces me explicó que el martes era el día de la mujer y que ese día él haría el desayuno, a lo que Sati y yo intercambiamos una mirada de complicidad, una especie de mezcla de "Ah, mira! " y un "cuidao, que nos vamos a deslomar".
Ayer lunes, Seydou, mi chófer, se echó a reír cuando por teléfono le dije a Aissata, la asistente personal de mi jefe, "à demain", y me recordó que mañana ni Aissata ni yo trabajaríamos. Le pedí que me lo explicara y me aclaró, sonriéndose de mi ignorancia y torpeza, que el 8 de marzo era el día internacional de la mujer y que por tanto las mujeres no trabajaban. Le dije que justamente el 8 de marzo era para recordar las dificultades para trabajar, o para decidir trabajar, que tenían las mujeres y que, si no le importaba, nos veríamos al día siguiente a las 7:45, como cada día.
Con Seydou de vez en cuando tenemos conversaciones interesantes, cuando consigo romper la etiqueta de jefa blanca que mezcla poder y desconocimiento de la realidad y que me hace poco interesante para mantener una conversación... Un día me contó que él había estado viviendo con una canadiense, y que por tanto él no era como los demás. Ahora ella ha regresado a su país y él se ha quedado con su madre, en parte porque el padre murió hace unos años, en parte porque tiene demasiado miedo al frío como para cambiar de continente. Seydou, con unos 40 años, sigue soltero, y no es el único. Hay muchos más hombres de lo que me podría imaginar antes de llegar a este país que no están casados, y este excedente masculino es, en parte, por culpa de la poligamia. Me contó que su padre tenía cuatro mujeres, y que por tanto él tiene hermanos de sangre y hermanos de leche, pero que no hay ninguna diferencia jerárquica en este aspecto. Le pregunté si este sistema (muy caro de mantener!) Todavía era vigente y me aclaró que en las grandes ciudades los jóvenes tendían a la monogamia (cuando haces la primera boda, en el registro civil hay que especificar si será un matrimonio monógamo o si se tiene intención de ampliarlo). A él ya le parecía bien, pero se lamentaba de que con la monogamia la mujer te tomaba más el pelo, mientras que con la poligamia todas corrían a tenerte bien atendido. ¡Todos conocemos los beneficios para el usuario de un mercado competitivo! Cuando le expliqué que si miraba a la mujer como algo más que una herramienta para tener la casa cuidada y la cena hecha, quizá vería que ella tal vez no estaba tomando el pelo a nadie si no viviendo su vida. Él me aclaró que según la ley, la mujer debe obediencia al hombre, y el hombre respeto a la mujer. Le dije que era una lástima que una relación que en teoría se basaba en el aprecio se convirtiera en esclavitud una vez se casaban. Le pedí que hiciera el ejercicio de imaginarse que la ley le obligaba a obedecer a alguien que ama, y ​​no le gustó. Me confesó que justamente él era chofer autónomo para no tener jefes a parte de los clientes, y que por lo tanto tampoco le gustaría tener que obedecer a nadie en casa. Pero en fin, ¡la ley es la ley!
Esta mañana, pues, estaba expectante por ver a las mujeres descansar, algo imposible hasta ahora. Pero sólo girar la esquina me he encontrado el asador abierto como cada día, con carne sobre la parrilla y la propietaria sirviendo a los trabajadores sentados en banquetas esperando la comida que los mantendrá activos todo el día. Bueno, me he dicho, quizá las mujeres autónomas prefieren seguir ganando dinero que quedarse en casa! Unas calles más allá he visto las escenas cotidianas de mujeres lavando la ropa en barreños, así que he deducido que los hombres, entrando en la cocina, ya hacen un gran paso hoy, pero que el lavadero aún es territorio desconocido... Me ha alegrado ver a las chicas en uniforme entrando en el instituto y las niñas con mochilas yendo hacia la escuela. Al fin me ha tranquilizado, ¡no soy la única que trabaja hoy!
Sé que al principio he dejado una explicación pendiente. En Mali en cada esquina puedes encontrar lo que en América latina se llamará tortillera, una mujer que, sentada ante una parrilla o cazuela de aceite hirviendo, ha sabido ver en su maña para cocinar una fuente de dinero, que no son otra cosa que libertad para decidir por sí misma y participar en las discusiones familiares.
El paso por mentes simples hace que una mujer con derecho a decidir sea una mujer con poca sensibilidad y entrega por la familia y que, por lógica aplastante, no le gusta tener relaciones sexuales con un hombre. Como digo, un proceso de simplificación que, en cualquier caso, demuestra la vulnerabilidad de esta distribución de poder que encontramos en todo el mundo y que aún pasa impepinablemente por el hombre, y si no pasa, mejor castigarlo.

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