domingo, 20 de marzo de 2011

Desde aquí

Estos días leer las noticias es un acto reflejo que pocos podemos evitar. El mundo se revuelve y no hay que quitarle el ojo de encima, ¿verdad? Internet nos acerca a realidades alarmantes y nos hace llorar por alguien que no conoceremos nunca y nos hace gritar contra alguien que nunca nos ha oprimido. Los ojos y las orejas se multiplican, y de rebote las voces con las respuestas. Algunos dirían que si seguimos así en pocos años los secretos y las intrigas serán cosa del pasado. La revolución del pueblo, el poder de la información libre y accesible, lo han llamado en discusiones de sobremesa.

Pero la verdad es que por más datos que haya a nuestro alrededor, no podemos olvidarnos de que somos humanos, con sólo dos ojos, dos orejas y una vida que nos llama cada día a comer, dormir, reír y disfrutar del sol. Así que en definitiva acabamos cada día abriendo la misma ventana y leyendo las mismas voces.

Mi situación actual (alejada de comidas familiares, shawarmas en el Verdi, la televisión y los libros entre otras distracciones añoradas) me ofrece más tiempo para dedicarme a buscar información. El estar en el mismo continente donde redoblan todos los tambores me da los motivos. Sin ánimo de reportera, me gustaría ofreceros una muestra de todo lo que no se dice en TV3, el Ara o El país (algunas de mis ventanas mañaneras).

Una vez oí que cuando Libia tose, Mali estornuda, y hoy que hace dos meses que estoy aquí no me parece nada exagerado.

La primera pista está a pie de calle y se hace visible desde la primera semana de estar en Bamako. Todos los supermercados y negocios no artesanales de la ciudad, que van desde los pequeños colmados a los hoteles de lujo, son gestionados por libios. La mayoría de los establecimientos tienen como nombre L’Amitié, que es el mismo nombre que se utiliza en el parlamento de Malí para denominar a la comisión de diputados encargados de las relaciones bilaterales de ambos países: Grupo de amistad Mali - Libia.

Esta relevancia institucional del país norteafricano se refuerza cuando se pasa en coche por delante la ciudad ministerial, un complejo de edificios que serán en breve la sede de todos los ministerios del país, y que tiene el flamante nombre de La Ciudad Administrativa Muammar el-Qaddafi como reconocimiento al benefactor que le ha pagado.

El mecenazgo del coronel no tiene límites dentro del imaginario malí. El otro día me decían que antes de Gaddafi la televisión era en blanco y negro, y es que de hecho, en 1983 Libia puso el dinero para crear la televisión nacional de Malí.

Estos actos, junto con los discursos medidos por fortalecer el sentimiento africano alegando las relaciones fraternales, hacen que sea normal encontrar pancartas por las calles animando a Gaddafi el Africano, y evitan las discusiones de sobremesa que podrían ayudar a encontrar la otra cara de la moneda.

El precio de todo ello es bien fácil de entender y nada innovador, es lo que han hecho todos los dirigentes de países en épocas de bonanza: ofrecer dinero rápido a cambio de favores a largo plazo. Así, por ejemplo, surge la empresa Malibya, un proyecto de desarrollo agrícola para explotar la cuenca del río Níger para el cultivo de arroz. El gobierno de Malí ha cedido 100.000 hectáreas a la empresa libia para cultivar un cereal seleccionado por los chinos, de crecimiento rápido y que no sufre con los cambios estacionales. Durante 30 años, durante la época seca, la empresa tendrá prioridad en los recursos escasos de agua del país para poder mantener el riego de los cultivos. Además, y teniendo en cuenta que el proyecto dará trabajo a muchos malienses y por tanto está haciendo una obra social de desarrollo y favoreciendo la seguridad alimentaria del país, la empresa está exenta de pagar impuestos.

A nivel de la población malí y libia, los beneficios de los convenios son un poco menos claros y llevan normalmente a situaciones conflictivas que pasan de puntillas por los despachos presidenciales, como el desahucio de las familias que vivían donde ahora está la explotación agrícola; la migración preferente de mano de obra barata malí a Libia que conlleva enfrentamientos con la población local y que ahora se traduce en la persecución de cualquier subsahariano como posible mercenario del coronel, o el encarcelamiento y expulsión de los malienses por falta de papeles o por excedente de mano de obra en el país amigo.

Esta relación entre los dos países es sólo un ejemplo de la complejidad del conflicto que ha estallado esta semana y quizás da una idea más clara de los motivos de cada país y organismo internacional para posicionarse o callar ante la revuelta, la represión y la movilización internacional.

Yo, de momento, sigo atenta a las noticias y a las conversaciones de calle, mientras me indigno del precio del petróleo, que se paga con la sangre de los que nunca ven los beneficios, y con la invisibilidad de todos los otros conflictos que no quedan tan cerca del oro negro. En las partidas de ajedrez no hay buenos ni malos, sólo poder y oportunidad.

A veces es fácil olvidar que sólo se puede morir una vez, y que cada bomba es un asesinato a larga distancia.

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