sábado, 19 de marzo de 2011

Primera expedición (22/1/2011)

Las calles son pistas de tierra naranja, endurecida por el paso de coches, motos y animales. Las aceras se distinguen por ser tener más arena y acumular los restos de bolsas de plástico, cordeles, madera quemada y cristales rotos. Estas calles tienen nombre, las casas tienen un número al que enviar las cartas, y siempre puedes encontrar restaurantes y tiendas. Las calles dibujan claramente el mapa que he estado estudiando esta mañana.


Pero yo no veo nada ...

A derecha e izquierda, dejando un espacio en medio por donde pasan los coches, sólo distingo casetas de caña, barracas de uralita, cobertizos de paja y muros. Cada vez que giro la cabeza, alargo la vista para ver si un poco más atrás, un poco más lejos, más allá de este paisaje naranja empiezo a ver (lo que hasta ahora he llamado) CIUDAD.

Ay amiga, si estás en el centro de la ciudad! Aquellos sitios de los que te hablaron antes de marcharte son justo al lado, después de aquel árbol, cerca de aquellas cabras, pasando la montaña de neumáticos.
Con esta sensación de exploradora (adentrándome en la selva personal interna que me impide ver lo que me rodea, se entiende) he puesto un pie sobre la arena tostada, y después el otro, y así hasta que las calles han tomado forma, las cabañas se han convertido en peluquerías, talleres, bares, tiendas de móviles y cajeros automáticos. Así pues, se trata de una ceguera transitoria que a base de pasos se va diluyendo! Todavía me durará unos días, supongo.

Primera patología del viajero detectada y lista para el seguimiento.

nota: llevo rato buscando fotos de Bamako para ilustrar mis sensaciones, pero todas me parecen tan urbanas! Queda claro que el primer ejercicio de recuperación será hacer yo misma fotos de las calles para comprobar si a través de la pantalla consigo ver los detalles y el asfalto.

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