domingo, 20 de marzo de 2011

Driving Ana (10/2/2011)

Hace dos semanas que empecé a trabajar. Y confieso que, como siempre que empiezo un trabajo, me perdí. La palabra quizá no es esta, pero ¿cómo decir que me quedé sorda, bizca, tartamuda e incluso coja a la vez?

Llego atenta y con mirada serena, todas las herramientas en la mochila, todos los datos apuntados en la libreta. La sonrisa más cercana. Pero claro, ¿cómo aprenderse 18 nombres que te suenan idénticos y larguísimos? ¿Cómo distinguir caras y hacer que liguen justo con estos nombres que son como murmullos de agua? Y en este estado, ¿cómo hacer una broma en francés y que todo sea un poco más cómodo? Nada que hacer. Respirar lentamente e ir escribiendo en la libreta. Me consuela pensar que dentro de un mes seguro que rio al ver que entendí ...

De repente, y sin saber muy bien cómo, la sala ya está vacía y yo me quedo allí, con dos que están hablando en un rincón de la mesa. Sigo la táctica que he elegido por la mañana, respirar lentamente. Entonces, de la nada, aparece una de las chicas i me apunta su teléfono en mi libreta. Le han dicho que me ayude, que las dos somos mujeres y biólogas. No se la ve muy emocionada con las coincidencias. Consigo que me escriba su nombre antes de que desaparezca.

Cuando recupero el silencio, me dedico a observar a los dos investigadores. Poco a poco me doy cuenta que uno de ellos es justo con quien tengo que trabajar en un informe, así que le miro y le pregunto qué viene ahora. Me dice que él tiene trabajo por hacer y que si no tengo ninguna gestión pendiente. Tengo que pasarme por la embajada, digo. Veo como se le relaja la cara, y llama a otra chica para que me ayude. Listo, me está esperando abajo, bajando las escaleras. Perfecto. Tres cambios de dirección al azar, dos indicaciones gesticuladas y unos diez minutos después, llego a ella. ¡Suerte de mis momentos Mr. Bean, que me hacen reír y relajan!

La secretaria es un nervio que llama por teléfono y móvil a la vez mientras me cuenta su viaje a París y Madrid. No entiendo nada, pero intento ser muy amable. Mientras interiormente se me despierta la duda de si comer es una opción válida para los que trabajan en Mali, ella se gira y me dice que vendrá alguien a llevarme a comer y después a mi despacho, que la embajada no está disponible a estas horas. Fantástico, gracias. Diez minutos después aparece por la puerta el investigador que tenía trabajo que hacer.

Una vez hemos comido, llegamos a la oficina. El chico que hace de guarda nos recibe con una sonrisa tímida y nos enseña las instalaciones. Pido un paño para quitar el polvo de la que será mi mesa y de repente investigadores, guarda y uno que no sé quién es empiezan a hablar entre ellos y resuelven que no em agobie, que mañana estará todo limpio. Muchas gracias, pero de verdad que lo puedo hacer yo. No, no, mañana estará todo listo. También llevarán una nevera para el agua y una cafetera. Vale, mejor me voy al hotel, pues? Al oírlo, de un rincón del patio se levanta raudo y dispuesto un hombre que presentan como mi chofer. ¿Chofer?! Sí, Seydou, Ana. Ana, Seydou. Está a mi disposición para llevarme arriba y abajo, donde y cuando quiera.

La sensación de no decidir nada de lo que pasa alrededor es bastante impactante ...

Con los días voy aprendiendo que el tiempo aquí funciona diferente. ¿Por capas, quizás? Cuando sabes lo que tienes que hacer, todo se precipita, así que más vale estar preparada. ¿Por qué esperar? Pero si no tienes ninguna dirección decidida, está claro que lo mejor que se puede hacer es quedarse quieta y dejar de molestar el flujo de las cosas. La gente aquí se mueve cómoda en ese ir y venir de ritmos opuestos, pero a mí me cuesta incluso observarlo.

Aún hoy dudo entre si lo mejor sería hacer esfuerzos para pasar al lado de quienes controlan el tiempo o dejar que me lleven y evitar ser la nota discordante. En resumen, ¿mantengo Ariadna o pruebo Ana?

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